Saturday, February 13, 2010

¡Cómo picaban el domingo en Tous!

El pasado domingo teniamos una salida luciera con nuestros compañeros del Valencia Bass en la aquel que sacara el lucio más grande se llevaría un jamón. Todo esto era simplemente una excusa para pescar un rato y comer todos juntos.

En mi caso, yo asistí a tal evento con mi cuñao-si-es-que-ha-de-ser que se pescaba encima, como dicen algunos. A las 8 estabamos en la rampa de Tous, que con el nivel actual hace bastante difícil la maniobra. Tras ayudar a botar su barca a los Migueles, salimos dirección hacia el río.

Mientras subiamos hacia los cortados, yo batía orilla con la spinner por si hubiera algún lucio o bass activo, pero no tuve ni picada. Pasamos la arboleda hacia los cortados donde avisté a mi compañero Miguel que iba con su novia Bea, la cual estaba pasando, como diría mi tía, "más frío que un perrete". Así que nos pasamos de orilla e hicimos la primera gran récula.

Llevaba puesto el pikie "nacional", así llamado para no herir sensibilidades, y al lanzar en la parte de dentro de la récula, tengo la primera picada. Ostras, no me la esperaba. Enseguida me dí cuenta que aquello que había a la otra parte de la línea no tiraba mucho y subía hacia la superficie. Era un bass de algo más de kilo y medio que había picada sorprendentemente a mi pikie. Me sorprendía que este pez tuviera sus ojos tomado por tonos anaranjados, al igual que el que había sacado la anterior semana en Cortes.









Tan pronto como lo liberé, volví a lanzar al mismo punto, y patapam, otra picada, pensé, "no es posible". Era otro bass hermano en tamaño del anterior. Foto y al agua.









Fuimos subiendo por la parte derecha mientras Miguel y Bea pescaban en la orilla de enfrente. No tuvimos ni picada. Andrés se entretenía con su magnum barriendo los fondos del embalse, mientras yo le daba más minutos al pikie nacional, al staysee, al crankbait, pero nada.

Iba con la idea fija de llegar hasta la récula que tan buenos resultados me había dado en la trobada. Como suele ser habitual cuando los peces no estan orillados, pegué la barca a la orilla y dejé caer mi pikie por la pendiente hacia dentro. Iba subiéndolo despacio por la pendiente cuando noté una brusca picada. Clavé con ganas, sabía que era un lucio y no quería que se me escapase. Con los nervios y la posibilidad que se enredara en alguna rama, subí al lucio demasiado rápido. Se metió debajo de la barca por unos segundos, pero no puso excesiva resistencia. Costó ensalabrarlo porque en lugar de acercarlo al salabre, yo inconscientemente no hacía más que alejarlo.

Era un precioso lucio, me pareció grande, pero no como aquellos de Cisco. Posiblemente fuera suficiente para llevarnos el jamón, pero no las tenía todas conmigo. Desafortunadamente, sólo faltaba una hora para el pesaje y acabamos de entrar en esa récula. Otra vez me encontraba en la misma situación que en la trobada, podía seguir disfrutando de la pesca en aquella récula y llegar tarde al pesaje, o salir a toda prisa y ver si llegabamos a tiempo. Así que esta vez a regañadientes, salimos hacia el punto de pesaje.









Teniamos que ir a toda máquina, nos quedaban tres baterías, pero no funcionaban como deberían (sí, me tocará renovar baterías en breve). Llevamos 200 metros cuando Andrés se dió cuenta que no avanzabamos al ritmo deseado para llegar a tiempo. El peso de dos grumetes, cinco baterías y el agua del vivero eran excesivos para mi motorcillo de 54 libras. La única solución era pasar de 54 a 80 libras con la potencia de nuestros brazos. Así que aprovechando que Andrés es zurdo y yo, diestro, nos dispusimos a remar. Y así hicimos hasta que llegamos a la zona de pesaje con algunos descansos para recuperar nuestros brazos.

Quedaban unos minutos para las 14h cuando avistabamos a los Migueles y a Bea. Habiamos llegado a tiempo de milagro y reventados. En ese trayecto me planteé seriamente la posibilidad de comprarme un 101 libras. Menuda paliza, al día siguiente aún me dolían los brazos.

Al final resultó que fuimos de los primeros en llegar. Ibamos comentando con los compañeros que iban llegando la jornada de pesca. Los Migueles habían sacado un par de lucios, y Miguel y Bea habían perdido una par de lucios buenos. Otros que se empeñaban en seguir pescando agitando la línea en el aire, pues ya se sabe lo que pasa en esta época del año. Aunque tengo que reconocer que por la imagen de un ataque de lucio en superficie vale la pena arriesgarse. También estaban por allí Nachete, Pascual y su cámara submarina, los Zetas, el tesorero saliente y JJ, Javivi e Ivan, etc.

El nuevo juez, Juan, rompió mano con el pesaje de los dos lucios que se habían pescado. (Fotos subacuáticas cortesía de Pascual).








Primero, fue el de Miguel que pesó 3 kilos y pico.




Luego vino el mío, para el cual ya no quedaban pilas en la báscula y hubo que estimar su peso por interpolación visual tanto en la pantalla de la báscula como en la realidad. Al final, tras una larga discusión fundamentada en una aproximación a la función real de pesaje por polinomios de Taylor nos dió que ese lucio estaba en los 4 kilos. Así que esta vez sí, me llevaba el jamón.



La comida transcurrió entre las animadas conversaciones y comentarios de unos y de otros con las típicas exageraciones. Todo esto alrededor del jamón que degustamos, la tortilla de patata de Juan, o mejor dicho, de su mujer y las viandas de "El Salero". Nachete se encargó de venir cargado con la bebida. Gracias a todos.









Finalmente, me llevaba el jamón de "El Pozo Selección" sin hueso, que mucho "El Pozo Selección" pero que para un poco tierno y sentidito. Sinceramente, creo que habría hecho mejor quedándome en aquella récula, pero no sólo de peces vive el hombre.